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The Communion of Saints [John Nava]. Catedral de Los Ángeles |
En un mundo donde faltan referentes, la Iglesia nos
ofrece un catálogo enorme de personas que decidieron hacer el bien sin esperar
nada cambio. Ancianos y niños, hombres y mujeres, ricos y pobres, y así todos
los espectros de la sociedad, a lo largo del tiempo y en casi todas las partes
del mundo. Personas atraídas por la persona de Jesús, que con su vida
transparentaron el amor de Dios llegando a hacer proezas impresionantes en
muchos casos. La Iglesia reconoce en ellos algo especial, y considera que su vida
nos inspira y nos acerca de alguna manera a Dios.
No hay mayor deseo para Dios que vivamos en armonía y
comunión toda la humanidad, que se cree una red de personas desde el principio
de la historia hasta hoy, que funcionemos como una carrera de relevos donde
todos cuentan y se pasa de unos a otros la llama de la fe. En la Iglesia está
el deseo de remar todos a una para construir el Reino de Dios, para ponernos en
camino y comer todos en la misma mesa, haciendo que las diferencias sean un
apoyo y no un obstáculo.
Y en esta comida fraterna también están los nuestros,
los que marcharon –algunos quizás antes de tiempo–. En la fe quedamos unidos
los de aquí y los de allí, esperando el abrazo último y eterno que nos haga
reencontrarnos con los nuestros. No podemos olvidar que para los cristianos hay
un espacio para la memoria y para recordar que estamos aquí porque otros nos
precedieron.
Álvaro Lobo sj