Estaban hablando de esto, cuando se presentó Jesús en
medio de ellos y les dijo: “La paz esté con vosotros”. Espantados y
temblando de miedo, pensaban que era un fantasma. Pero él les dijo: “¿Por
qué estáis turbados? ¿Por qué se os ocurren tantas dudas? Mirad mis manos
y mis pies, que soy el mismo. Tocad y ved, que un fantasma no tiene carne y
hueso, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los
pies. Era tal el gozo y el asombro que no acababan de creer. Entonces les
dijo: “¿Tenéis aquí algo de comer?”. Le ofrecieron un trozo de pescado
asado. Lo tomó y lo comió en su presencia.
Lc. 24, 36-43
Cuando Jesús entra y se encuentra con los apóstoles
atemorizados lo que hace es tranquilizarles, no les recrimina nada, simplemente
les muestra los signos de la resurrección. Sus heridas están ahí, la
resurrección no borra las heridas de la Cruz como si nada hubiera pasado,
Cristo Resucitado las muestra y les da signos para que sigan creyendo.
A nosotros demasiadas veces nos cuesta creer, pero
Jesús con su paciencia nos sigue mostrando que tras las heridas de nuestro
mundo también se esconde la resurrección.