Después Jesús se apareció de nuevo a los discípulos
junto al lago de Tiberíades. Se apareció así: Estaban juntos Simón Pedro,
Tomás, llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros
dos discípulos. Les dice Simón Pedro: “Voy a pescar”. Le responden: “Vamos
contigo”. Salieron, pues, y montaron en la barca; pero aquella noche no
pescaron nada. Ya de mañana Jesús estaba en la playa; pero los discípulos
no reconocieron que era Jesús. Les dice Jesús: “Muchachos, ¿tenéis algo de
comer?”. Ellos contestaron: “No”. Les dijo: “Echad la red a la derecha de
la barca y encontraréis”. La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia
de peces. El discípulo predilecto de Jesús dice a Pedro: “Es el Señor”. Al oír
Pedro que era el Señor, se ciñó un blusón, pues no llevaba otra cosa, y se tiró
al agua. Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red
con los peces, pues no estaban lejos de la orilla, apenas doscientos codos. Cuando
saltaron a tierra, vieron unas brasas preparadas y encima pescado y pan.
Jn. 21, 1-9
Tras la resurrección los apóstoles vuelven a Galilea,
a su día a día, a su cotidianeidad. Así se lo había transmitido el Señor a
través de las mujeres “que vayan a Galilea, allí me verán”. Pedro, Tomás, Juan
y los demás allí van. En Galilea retoman su vida cotidiana: trabajan, pescan,
viven… y también parece que olvidan todo lo vivido con el Maestro, aún no son
conscientes de la presencia del Resucitado en su Galilea particular. Poco a
poco pierden la ilusión y la esperanza, y su pesca se vuelve escasa. Pero un
buen día, quizá el primero de la semana, fijan su mirada en un hombre que está
en la orilla y vuelven a confiar. Le reconocen como su Señor y saben que con él
todo será ya diferente. Poner al Señor en el centro de sus vidas hará de
Galilea un lugar lleno de resurrección.
¿Cuál es tu Galilea? ¿Descubres al Señor Resucitado
en tu Galilea?