El pasado 20 de junio se celebraba el Día Mundial del
Refugiado, que conmemoramos compartiendo esta reflexión de nuestros compañeros
del Equipo Misión Migraciones de CVX en España.
La necesidad de huir de una situación de peligro para
la vida, a veces con muy poco tiempo para prepararse, el abandono forzado de la
tierra, la cultura, la familia, los amigos, la red social, el paisaje
cotidiano, ... es la realidad que viven millones de personas en el mundo,
refugiadas y desplazadas. Las causas de esta huida son variadas: guerra,
violencia, discriminación por distintos motivos, desastres naturales. Pero en
todos los casos, el sentirse amenazado, el saberse en riesgo, obliga a escapar
del lugar de referencia vital para dirigirse a lo desconocido, a la búsqueda de
un hábitat mejor, que pueda asegurar la supervivencia, propia y de la familia.
Para los que no nos hemos visto en esas situaciones
de riesgo extremo, obligados a tomar decisiones también extremas, nos es
difícil comprender las rupturas sucesivas que conlleva. Y en muchas ocasiones,
para no encontrar la acogida que se esperaba, ni el espacio seguro ansiado.
Por eso, en un día en el que se celebra mundialmente
el recuerdo por los refugiados de todo el mundo, queremos hacernos conscientes
de lo que supone para muchas personas el desarraigo por la supervivencia, la
inseguridad de salir dejándolo todo, en busca de una oportunidad para vivir.
Queremos recordar la vulnerabilidad en la que viven las personas desplazadas,
en muchas ocasiones hacinadas, confinadas en lugares y condiciones que no
garantizan los derechos fundamentales.
Durante este tiempo de pandemia global, en el que
todos nos hemos sentido frágiles y necesitados de protección y cuidados,
recordamos especialmente las dificultades que están viviendo las personas
refugiadas, desplazadas, en tránsito, que también se han visto afectados por la
emergencia sanitaria mundial.
Todo esto nos lleva a posicionarnos y exigir la
defensa de los derechos de todas las personas desplazadas y refugiadas. Esto
requiere la voluntad decidida y la normativa legal necesaria para facilitar el
tránsito de personas entre países sin necesidad de arriesgar la vida en ello,
cesar de una vez por todas con las “devoluciones en caliente”, habilitar los
medios necesarios para acoger digna y humanamente a las personas que llegan a
nuestro país y promover un entorno social que evite el rechazo al extranjero, impidiendo
favorecer los bulos que atentan contra la dignidad de las personas refugiadas.
Queremos un discurso público positivo sobre la migración que ponga en valor las
contribuciones y capacidades personales, culturales, sociales y económicas que
las personas migrantes aportan a la sociedad, basada en datos y evidencias.
Creemos que se deben multiplicar los esfuerzos y
recursos para que desaparezcan las causas que obligan a las personas a huir de
sus países. Porque debe ser posible una resolución dialogada y efectiva de los
conflictos en curso, y una apuesta decidida y real a favor de la democracia y
para acabar con la pobreza y las grandes desigualdades sociales existentes en
el mundo.
Nos avergüenza que la Unión Europea fortifique sus
fronteras, especialmente en los países del Sur, haciendo de ello un negocio,
sin importar las consecuencias. Una Europa que mira hacia otro lado ante la
tragedia insoportable del Mediterráneo. Sólo en 2019 murieron 1.319 personas,
aunque sabemos que son más las víctimas directas de estas políticas.
Como Comunidad de Vida Cristiana queremos contribuir
a estas transformaciones y nos comprometemos en seguir trabajando por un mundo
hospitalario que acoge al migrante en vez de rechazarlo, que lo protege en vez
de pisotearlo, que promueve su derecho y su dignidad en vez de menospreciarlo,
que lo integra en vez de excluirlo.
Porque se trata de cuidar y brindar protección a los más débiles, se trata de conversión y justicia social. Se trata de romper con una cultura del descarte y construir una cultura de hospitalidad.
Recomendamos ver el Informe de CEAR 2020 "Las personas refugiadas en España y Europa".