La Comunidad
de Vida Cristiana en Salamanca, convocada por el Señor y dispuesta a escucharle
para descubrir y hallar la llamada a la que nos invita hoy, inició el proceso
de evaluación del Proyecto Apostólico Comunitario, pero la vida, y desde ella
el Padre, nos condujo a un despojarnos de toda apariencia, riqueza, seguridad…
Fue un momento en el que quedamos al descubierto unos ante otros y ante Dios. Nos
sentimos frágiles, y fue necesario un tiempo de cuidarnos, de tejer con lazos
de cariño, de oración, nuestra vida. Hemos vuelto a la fuente primera y desde
ahí a lo esencial. Tras este tiempo retomamos el discernimiento comunitario el
verano de 2016, buscando en nuestras raíces, como nos invitaba la Asamblea Mundial
del Líbano 2013, siendo conscientes de nuestra realidad cercana, del mundo en
el que vivimos y de nuestros dones. Con la mirada y el corazón siempre puestos
en los procesos vividos en CVX que nos impulsan a buscar el modo de desarrollar estrategias, proyectos y acciones compartidas
que hagan posible la fraternidad del Reino.
En todo
momento hemos sentido el deseo de una mayor profundidad e integración en la vivencia de nuestro carisma CVX
en el mundo de hoy, pretendemos
dejar nuestras seguridades para acudir a las fronteras y, como se nos sugirió
en la Asamblea Mundial de Buenos Aires 2018, ser cada vez más conscientes de
que nuestra vocación es un regalo para la Iglesia y el mundo, que debemos vivir
con el agradecimiento y la responsabilidad que merece.
A lo largo
de este tiempo sentimos que el deseo de dar respuesta a la llamada del Señor
surge en agradecimiento a tanto bien recibido de Él. Como personas y como Comunidad
reconocemos todo lo que el Señor ha hecho con nosotros, todos los bienes y
dones que nos ha dado desde el principio y a lo largo de nuestra historia
personal y comunitaria, en la que nos hemos sabido y sentido especialmente
cuidados por Él.
En este discernimiento hemos pedido ser indiferentes,
hemos puesto el corazón en Él para escuchar y descubrir dónde nos quiere, dónde
nos llama como comunidad. Nos hemos hecho más presentes en nuestra diócesis,
hemos interiorizado los procesos vividos en CVX que nos piden repensar nuestra
manera de organizarnos, siempre con la única intención de servir mejor en la
misión del Señor.
Nos sentimos llamados a profundizar en
nuestras raíces. Sabemos
que la espiritualidad ignaciana es una gran riqueza que hemos recibido gratuitamente.
Sus herramientas, especialmente los Ejercicios Espirituales, el examen y el acompañamiento, junto con la
oración, los sacramentos y la vida comunitaria nos cohesionan y ayudan a
aportar lo mejor de nosotros al mundo en el que vivimos. Cada vez somos más
conscientes de que nuestro tesoro aportará sal y luz al mundo y por eso nos sentimos interpelados a ofrecer esta
espiritualidad a los que se encuentran en un momento de búsqueda personal.
Cuando
contemplamos con la mirada de Dios la misión comunitaria desarrollada hasta
ahora nos vemos y nos sentimos dispersos en demasiados servicios, y esto nos
disgrega, cansa y debilita nuestra acción. Por ello hoy sentimos una llamada importante a
concentrar esfuerzos y unir tareas para
poder dar más y mejor fruto.
Vemos necesario seguir cuidándonos como
cuerpo y avanzar en el
compartir desde Dios nuestra misión, comenzando por las actividades más
cotidianas, y alimentándonos de la misión más grupal, desde el servicio al Reino
y la reflexión, siempre desde nuestro modo propio de proceder, el D.E.A.E, que
nos ayudará a no perder el sentido de lo que vivimos.
Queremos
utilizar las herramientas que más nos ayuden a ir cohesionándonos en el
desarrollo de la misión como comunidad. En ese sentido creemos que es
importante cuidar las herramientas propias de nuestra espiritualidad. Por ello
consideramos que el D.E.A.E.
debe estar muy presente en los grupos de vida, es un instrumento que nos ayuda
a que lo que vivimos cada día se haga misión común y construya Reino.
Sentimos que
es necesario un cambio de mirada,
ser creativos en la misión, aprovechando las sinergias de los distintos dones de
la Comunidad que confluyen tanto en la definición de la misión comunitaria,
como en el modo de llevar a cabo este proyecto.
Consideramos
que hemos de seguir avanzando en integrar el magis, entendiendo éste como calidad
y no tanto cantidad, de lo que hacemos,
para dar una respuesta a la
llamada del Señor más evangélica (en radicalidad) y más eficaz (mayor fruto).
Surge con
mucha fuerza la llamada a que el desarrollo de la misión sea desde la colaboración con otros, que en nuestra realidad
actual entendemos que debe centrarse en los que tenemos más cerca: Plataforma
Apostólica Local y Diócesis de Salamanca, pero siempre abiertos a las nuevas
llamadas que puedan surgir.
En la actualidad los campos de misión comunitaria
a los que CVX en Salamanca se siente llamada de manera prioritaria son familia,
exclusión, jóvenes y acompañamiento. Sin olvidar que sentimos una llamada fuerte a cuidar la vida propia y cotidiana como una
parte fundamental de esa misión a la que somos llamados.