La actualidad del Apóstol Santiago no se puede enmarcar ni en una
fiesta y ni siquiera en todo un Año por muy Santo que sea y por muy jubilar-
alegre e indulgenciado- que se anuncie y proclame, como lo será
próximamente. Santiago Apóstol es y será siempre actual, y de tan
rico y embriagador patrimonio es en gran manera responsable históricamente
España.
Durante estos días, y entre las innumerables ideas a cuya salvadora
sombra nos acogeremos, sugiero las siguientes, agrupadas en fórmulas de
peticiones de perdón y en las de acciones de gracia.
Perdón por quienes, con más o menos legitimidad y religión, se
han enriquecido materialmente a propósito y con ocasión de Santiago,
comerciando con su nombre y sus apellidos o atributos. Perdón por quienes el
negocio o provecho también de tipo espiritual, pero al dictado de
individualismos e intereses personales, fue norma y justificación en el trato
con el pariente del Señor.
Perdón por aquellos que potenciaron toda clase de leyendas alrededor
del Apóstol, que idearon y proyectaron una imagen de “descabezador” de
los enemigos de la fe de Cristo, beligerante y a caballo, guerreador y
combatiente, cruzado y martirizador, dejando para nunca jamás la idea de su
propio y personal martirio, que fue lo que en realidad coronó su vida al
servicio de Cristo y de su doctrina.
Perdón por los que con la divulgación de testimonios parciales, al
servicio de ideales terrenales, aprovecharon la visita a la tumba del Apóstol y
su abrazo con el santo, para acrecentar aún más su intolerancia, fanatismo
e intransigencia y todo ello, por exigencias de una fe que intitulan
cristiana. Perdón por los que no fueron más europeos y universales después de
haber recorrido el Camino de Santiago en cualquiera de sus versiones
geográfico-administrativas. Perdón por los que, efectuado este Camino, no
fueron más solidarios, más cultos, más de Dios, más auténticos, más naturales y
a la vez sobrenaturales, más compasivos y asequibles, más humanos y divinos…
Perdón por los que dan la impresión de haber realizado el Camino con
la exclusiva o preferente intención de lucrarse de indulgencias
plenarias, exhibir la “perdonanza” y poder proclamar, aprovechando también los
medios de comunicación social, su gesta y sus gestos, revestidos para el caso
con los atuendos propiamente peregrinantes, incluida la concha, el cayado, el
bordón, el sombrero y la pluralidad de ejecutorias, certificados y diplomas.
Perdón por quienes el Camino fue programado y llevado a cabo en medios
de transporte súper cómodos y en estaciones –etapas – en los que los antiguos y
proverbiales albergues, mesones o posadas se transforman para los más selectos
peregrinos en hoteles de lujo y en restaurantes, con una buena y
reluciente constelación de las estrellas que más brillan en las guías al uso,
arrancadas en esta ocasión de la propia Vía Láctea o Camino Jacobeo.
Perdón por los discursos y homilías con las que se equipó o
recibió a los peregrinos “ejemplares” a los ojos de la sociedad, del poder, del
dinero y de títulos tales como “Caballeros”, “Damas” o asimilados…
Gracias porque las celebraciones del Año Santo y el recorrido de
sus Caminos, les han brindado a muchos la celestial posibilidad de ser y
ejercer ellos mismos de “caminos”, de contribuir a que lo sean los demás y de
comprometerse a llevarlo a feliz término, juntos. Gracias porque de esta manera
les fue más fácil que su camino de convirtiera en fiel espejo del camino
estelar formado por constelaciones. Gracias por el crecimiento de solidaridad,
hospitalidad, sacrificio, coincidencias e incoincidencias, medios y fines que
la tarea del caminar lleva inesquivablemente consigo.
Gracias por el descubrimiento, contacto y trato con la naturaleza que
entraña el caminar, así como por las oportunidades de conocimiento personal y
colectivo que ella proporciona. Gracias por poder colocar los pies, las
alegrías, los cansancios, las esperanzas y desesperanzas exactamente en
las huellas dejadas a lo largo de los siglos por otros peregrinos procedentes
de cualquier lugar, religión o promesa.
Gracias por aquellos que con su trabajo, devoción al Apóstol, fe en la
Iglesia y correspondiente formación e información, acercaron a nuestra
sensibilidad la conveniencia, y aún necesidad, de programar al menos alguna vez
en sus vidas la peregrinación.
Gracias por haber protagonizado de alguna manera, y poder testificar ante
otros, las maravillas que hace la gracia de Dios precisamente en la
confluencia-encuentro estelar de Compostela–“Campo de estrellas”- con las de
la “Vía Láctea”. Gracias por las lecciones de naturaleza que con generosidad
luminosa provee el Camino sobre todo a quienes lo recorren con la debida
preparación cultural y sobrenatural. Gracias porque su recorrido nos torna
mucho más naturales- sobrenaturales, sencillos, humildes y educados a la luz de
la fe y de la convivencia, a consecuencia de las ricas posibilidades que
contiene y ofrece, al servicio de la colectividad, sin otras limitaciones,
particularidades y concomitancias que las de ser todos “caminantes”.
Gracias por las peregrinaciones modestas, sencillas y recatadas,
tantas o más que por las espectaculares, fastuosas o ceremoniales, con riesgos
hasta de no ser del agrado del mismísimo Santiago, “peregrino “– “per agrum-
por el campo”- , por vocación, ministerio y apostolado.
Antonio Aradillas
Publicado en Religión Digital