Dicho esto, en su presencia se elevó y una nube se lo
quitó de la vista. Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se
marchaba, cuando dos personajes vestidos de blanco se les presentaron y
les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este Jesús,
que os ha sido arrebatado al cielo, vendrá como lo habéis visto marchar”.
Hch. 1, 9-11
Los galileos se quedaron como pasmarotes mirando al
cielo. Jesús había muerto y resucitado, y ahora que comenzaban a entender eso
de la resurrección, de nuevo ¿les volvía a dejar solos? Y ahora ¿qué iban a
hacer? ¿Acaso Jesús iba a volver? Pocos días antes les había prometido que
estaría con ellos siempre, entonces ¿por qué se volvía a marchar?
Definitivamente aún les costaba entender.
Mirando al cielo no se puede caminar, es necesario
cambiar la mirada, mirar al frente, para sortear los obstáculos, mirar al
suelo, para no meter el pie en el charco. Con la Ascensión, Jesús deja que los
discípulos caminen solos, como cuando nuestros padres nos enseñaron a andar,
nos soltaron de la mano, pero eso no significó que nos abandonaran.
¿Sigues mirando al cielo esperando a que Jesús vuelva
a bajar? o ¿has entendido que Él te sigue acompañando en tu caminar?