Se alejaron
aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a dar la noticia a los
discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Salve!”. Ellas se
acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él. Jesús les dijo:
“No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán”.
Mt. 28, 8-10
Otra vez las
mujeres… Quizá las mismas que salieron a su encuentro en el camino hacia el
Gólgota. Las mismas que no se apartaron de los pies de la Cruz. Las mismas que
al amanecer del primer día fueron corriendo al sepulcro. Ellas dijeron que iban
a terminar de preparar el cuerpo del Maestro… pero en el fondo de su corazón
sabían que tenían que ir porque algo nuevo estaba a punto de suceder. Y así
ellas, las fieles, las que nunca habían dudado, se convierten en los primeros
testigos, en las que están llamadas a dar testimonio gozoso del amor del Señor.
Y tú, ¿cómo estás de fidelidad? ¿Sigues queriendo dar testimonio del encuentro con el Resucitado?