Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana,
fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro. De repente
sobrevino un fuerte temblor: Un ángel del Señor bajó del cielo, llegó e hizo
rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su
vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de
miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: “Vosotras no
temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha
resucitado como había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después
id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por
delante a Galilea; allí lo veréis. Éste es mi mensaje”.
Mt. 28, 1-7
Jesús resucita, y con él todos los crucificados de nuestro Mundo. Con
la Resurrección ya no queda sitio para la muerte, para el fracaso, para la
desesperanza... Y sin embargo, parece que vivimos en un mundo que cada día
pierde la partida con todo aquello que nos aleja del sueño de Dios. ¿Cómo puede
ocurrir esto? ¿Qué ha sucedido para que la Vida parezca perder?
Nosotros, tú y yo, debemos apostar fuerte por la vida allá donde el
Señor nos ha puesto, en nuestro día a día, en nuestra Galilea... allí, delante
de nosotros, está ya el Señor Resucitado.
Ve a tu Galilea y pregúntate, en tu vida cotidiana, ¿en qué noto
que el Señor vive ya Resucitado?