…Y yo que pensé que lo tenía bien aparcadito en un
cajón, para que no molestara demasiado, para que no incomodara demasiado y así
no enfrentarme con la realidad de lo necesario que siempre me resultó, de lo
imprescindible. Años intentando convencerme de que en realidad estaba bien así.
Me estaba dedicando a lo que debía dedicarme y punto, y aparcando mi necesidad
camuflada con otras más inmediatas, pero no sé si más urgentes. Pero siempre vuelves. Con más fuerza si cabe. O al
menos es lo que a mí me parece, quizá por la sed que no me estaba dando cuenta
que tenía. Echas un trago y ya está, ya no hay remedio… hay que seguir
bebiendo, porque, caramba, ¡hay que ver lo bien que sienta! Siempre vuelves… afortunadamente siempre vuelves. Quizá porque nunca te fuiste
del todo, aunque de momento te medio dejara en pausa… (¿Y si esto se lo aplicas a Dios cuando a veces no parece estar?)