XII ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Desde que te crucificaron hasta tu muerte, Jesús, transcurrieron tres largas horas que fueron de mortal agonía. Las personas que allí se encontraban, incluidas las autoridades religiosas, comenzaron a ultrajarte volviéndose hacia ti en la cruz. Constantemente, Jesús, estás siendo clavado en la cruz. En este momento de la historia, que vivimos en la oscuridad de tu Padre Dios que es también el nuestro, hay una gran falta de solidaridad y mucho sufrimiento. Quizá tengamos que orar como tú lo hiciste: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, Padre perdónanos porque no sabemos lo que hacemos”. Tu rostro, Dios, tu rostro aparece difuminado, roto, maltrecho, sufriente e irreconocible.
Poco después, te dirigiste al buen ladrón y le dijiste: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Fue la primera palabra de Esperanza para el hombre de entonces, de hoy y para cada uno de nosotros. Por eso,  en la cruz te hiciste reconocer dándonos una Esperanza perdida. Tú eres el que sufre y el que ama; por ello podemos preguntarnos dónde nos situamos cada uno de nosotros, como el buen ladrón, ante los millones de seres humanos que sufren acompañándote desde su cruz que es la tuya.
María, tu Madre, se quedó junto a la cruz, no podía ser de otro modo; y con ella, Juan. Acógenos, Madre, en nuestras debilidades, egoísmos, indiferencia; en nuestras miradas hacia otro lado y permítenos acogerte en tu sencillez y en tu amoroso silencio para que seamos capaces en esta hora de oscuridad, turbación y dolor a reconocer el rostro de tu Hijo en todos los que sufren, en aquellos que son despojados de sus derechos, maltratados, vejados y asesinados… Que dirigiéndose al Padre le dicen sin cesar: ¿Por qué nos abandonas? Pero es la oración del que sufre, como también fue la tuya, Jesús.
Cuando llegó la hora de nona, gritaste: “¡Todo está cumplido!”. Toda mi obra de Redención y la misión para la que he venido a la tierra se ha cumplido. Lo demás pertenece a mi Padre e inclinando la cabeza le entregaste el  Espíritu. “El velo del Universo entero se rasgó en dos...”. Te pedimos ser capaces de creer en ti y seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas que nos rodean en nuestro mundo hiriente y herido. Muéstrate de nuevo al mundo y a todos nosotros en esta hora y así se manifieste tu salvación para toda la humanidad. Amén.
Isabel Muruzábal, CVX en Zaragoza