XI ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

Hay clavos que unen, que fijados en la madera sirven para construir, son pieza fundamental en esos muebles de antaño que guardan todavía ese olor tan característico y nos traen a la memoria otros tiempos, esos en los que todo era más artesano. Sin embargo, este viernes, los clavos que recordamos son otros, estos son más dolorosos y huelen a sangre, a miedo, a incomprensión. Traspasan madera, pero también carne, sueños e incluso nuestro corazón. Son clavos de ira, de venganza, de no querer escuchar a Dios. Son los clavos que ninguno clavaríamos conscientemente, pero que, de hecho, clavamos en nuestro día a día cuando no actuamos con amor. A nuestra escala son pequeños, algunos no más grandes que un alfiler, pero sumados tienen la fuerza y la potencia de esos clavos que fijaron a Jesús en la cruz.
Puede que, en este momento, estés pensando que no, que tú no has empuñado ese martillo, que no has levantado un dedo que contribuya a la muerte de Jesús, pero ¿de verdad estás seguro?, ¿de verdad puedes decir que no le has negado nunca? ¿que no hiciste nada a ninguno de sus pequeños?, ¿puedes decir que tu indiferencia no le dolió a nadie?, ¿qué en aquella ocasión que miraste hacia otro lado no dejaste que la injusticia se abriera camino?
No te engañes, puede que ni tú ni yo estuviéramos allí y que no claváramos esos clavos, pero hoy, cuando levantamos muros, cuando dejamos de luchar por construir un mundo mejor, cuando el cansancio nos puede y el otro nos importa menos, cuando no queremos escuchar y cargamos contra el más débil, o cuando simplemente somos espectadores de las injusticias, en esos momentos y muchos otros empuñamos ese mazo, y volvemos a dejarle allí, clavado, solo, sin cabida en este mundo.
Hoy más que nunca, es momento de contemplarle, de mirarle a la cara y mirar mi vida. Es momento de guardar silencio y preguntarme cómo hacerme más consciente de esas pequeñas cosas para evitar que en un futuro, esas manos que clavan sean mis manos y esos clavos que perforan sean forjados con mis indiferencias y cansancios…
Ainhoa Torres, CVX Caná - Madrid