Hay clavos que unen, que fijados en la madera
sirven para construir, son pieza fundamental en esos muebles de antaño que
guardan todavía ese olor tan característico y nos traen a la memoria otros
tiempos, esos en los que todo era más artesano. Sin embargo, este viernes, los
clavos que recordamos son otros, estos son más dolorosos y huelen a sangre, a
miedo, a incomprensión. Traspasan madera, pero también carne, sueños e incluso
nuestro corazón. Son clavos de ira, de venganza, de no querer escuchar a Dios.
Son los clavos que ninguno clavaríamos conscientemente, pero que, de hecho,
clavamos en nuestro día a día cuando no actuamos con amor. A nuestra escala son
pequeños, algunos no más grandes que un alfiler, pero sumados tienen la fuerza
y la potencia de esos clavos que fijaron a Jesús en la cruz.
Puede que, en este momento, estés pensando que no,
que tú no has empuñado ese martillo, que no has levantado un dedo que
contribuya a la muerte de Jesús, pero ¿de verdad estás seguro?, ¿de verdad
puedes decir que no le has negado nunca? ¿que no hiciste nada a ninguno de sus
pequeños?, ¿puedes decir que tu indiferencia no le dolió a nadie?, ¿qué en
aquella ocasión que miraste hacia otro lado no dejaste que la injusticia se abriera
camino?
No te engañes, puede que ni tú ni yo estuviéramos
allí y que no claváramos esos clavos, pero hoy, cuando levantamos muros, cuando
dejamos de luchar por construir un mundo mejor, cuando el cansancio nos puede y
el otro nos importa menos, cuando no queremos escuchar y cargamos contra el más
débil, o cuando simplemente somos espectadores de las injusticias, en esos
momentos y muchos otros empuñamos ese mazo, y volvemos a dejarle allí, clavado,
solo, sin cabida en este mundo.
Hoy más que nunca, es momento de contemplarle, de
mirarle a la cara y mirar mi vida. Es momento de guardar silencio y preguntarme
cómo hacerme más consciente de esas pequeñas cosas para evitar que en un
futuro, esas manos que clavan sean mis manos y esos clavos que perforan sean
forjados con mis indiferencias y cansancios…
Ainhoa
Torres, CVX Caná - Madrid