Cuando llegaron
al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber
vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de
crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a
custodiarlo. Mt 27, 33-36.
La invitación es a contemplar a un Jesús al que ya no
le queda nada, porque hasta le arrebatan las vestiduras, para hacer negocio con
ellas. Muchas de las personas que viven en Casa Mambré (Comunidad de
Hospitalidad) no tienen nada material, en sus lugares de origen ya eran pobres
y durante el camino les despojaron, con violencia e inhumanidad, de lo poco que
habían podido reunir para emprender el sueño de una vida mejor. Muchas de sus
ropas, de sus zapatos, quedan enganchadas en las vallas de Ceuta y Melilla, y algunos
de quienes logran saltar al otro lado o cruzar el Estrecho, están desnudos.
En los últimos días hemos vivido una experiencia que
nos ha conmovido las entrañas y que queremos compartir desde esta estación del
Vía Crucis. Hemos recibido en la Casa a una niña muy enferma y a su madre
embarazada que venían de Gambia. Su sueño, el nuestro y el de muchas personas de
buena voluntad que se movilizaron para alcanzarlo, era poner toda la sabiduría
del mejor equipo médico europeo a su servicio para salvarle la vida.
Contemplamos a esta niña como a Jesús despojado de todo lo material: niña,
africana, enferma, pobre… todo en contra y ni siquiera de la muerte va a poder
escapar finalmente. Hemos contemplado a su madre guardando todo esto en su
corazón, al pie de la cruz. Y en ese vaciarse de todo, incluso de la vida
terrenal, su cuerpo pequeño y maltrecho no ha dejado de aportarnos bendiciones
y regalos en forma de sonrisas, bailes, juegos, de aprender ávidamente palabras
y nombres en español, del reguero de personas que nos hemos ido conectando en
una red solidaria que construye puentes y derriba muros. Contemplar a Jesús, a
esta niña despojada de todo, ha sido una experiencia de esperanza en medio del
dolor, de dejarnos en manos del Padre cuando ya nada tenemos, confiadamente,
sabiendo que sólo Él es el camino de la Vida que no acaba.
Señor, Ten
misericordia de quienes vivimos obsesionados por los bienes materiales, de
quienes los arrebatamos a otros en unas relaciones de intercambio desigual,
explotación de los recursos y violencia, que les impiden vivir dignamente y les
empuja a salir de su tierra en un incierto y peligroso camino migratorio. En tu
imagen, despojado de las vestiduras, contemplamos la imagen de aquellas
personas a las que ya no les queda nada, a los pobres entre los pobres, y en
este gesto tu inmensa identificación y amor hacia ellas.
Envíanos tu
espíritu para que podamos cubrir los cuerpos malheridos por las fronteras,
curar y ofrecer hospitalidad a quienes llaman a nuestras puertas, permanecer al
pie de la Cruz como María, compartir la vida con nuestros hermanos y hermanas
inmigrantes, y caminar juntos hacia la plenitud de Tu Reino.
Inma Mercado. Casa Mambre. CVX en Sevilla