Como san Pablo en su Carta a los Corintios, puedo afirmar:
"Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como
niño".
A lo largo de la vida son muchas las enseñanzas que he recibido.
Tantas cosas por las que dar gracias:
Doy gracias a todos aquellos que a lo largo de la vida me han enseñado
que no somos sin los demás, que tener en cuenta al otro es esencial en la
educación.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que me enseñaron que
caminar descalzo me conecta a la tierra, me conecta a la vida, me ayuda a
reconocer los lugares como sagrados.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que me enseñaron que la
vida no es un lugar de competición, sino que es un lugar para compartir lo que
somos.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que me enseñaron que dar
sin recibir nada a cambio es la mayor respuesta de amor que se puede dar.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que me enseñaron que el
cuerpo es templo, es lugar sagrado, y hay que cuidarlo y respetarlo.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que me presentaron a
Jesús. Que se convierte en mi pasión, mi amor, mi vida.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que arriesgan, sin miedo,
confiando. Son maestros para aquellos que pretendemos tenerlo todo atado,
controlado.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que me mostraron que la
verdadera amistad brota al tocar el costado del Señor, al tocar la herida, la
debilidad, al desprendernos de caretas y mostrarnos tal cual somos, sin miedo.
Doy gracias al Dios de la vida por aquellos que me enseñan que el
éxito no se mide por los títulos, el reconocimiento o el dinero, sino por la
capacidad de entrega y desprendimiento.
Doy gracias, porque los últimos, los que viven en las periferias, los
que la sociedad deja fuera… se convierten en maestros de vida, me enseñaron lo
qué es el amor, la gratuidad, la amistad sin reservas. Ellos han sido
misericordiosos conmigo, pacientes, y el Señor se hace presente en mi vida a
través de ellos.
Ojalá se nos conceda el don de seguir siendo como niños, para estar
atentos y poder sorprendernos cuando los que pensamos que no pueden enseñarnos
nada son los verdaderos maestros de vida.
Ojalá no vivamos distraídos para, así, apreciar y agradecer que
es el propio Dios el que nos acompaña a lo largo de eta vida como compañero de
“Emaús”.
Fuente: Pastoralsj