María será la discípula que conserva la palabra de Dios (esa
palabra-espada) en su corazón. Como solo la mujer sabe hacerlo, guardará ese
tesoro en su interior, y vencerá amorosamente las pruebas del escándalo, de la
pobreza, del destierro, de la desbandada de los apóstoles, de la cruz. El poder
de las tinieblas no consigue derrotar a Jesús. El dragón apocalíptico tampoco
puede con esta mujer (Ap 12,17). María resiste. Ni las aguas torrenciales (…)
podrán anegar su compromiso de amor (Ct 8,7).
Lo que ocurre en María es esencial para la obra de Jesús. El símbolo del corazón se orienta hacia una relación, hacia otro corazón con el que engarzar un diálogo de amor. El corazón, como el amor, pide respuesta, para un encuentro de afecto, de cuerpo, de alianza.
Lo que ocurre en María es esencial para la obra de Jesús. El símbolo del corazón se orienta hacia una relación, hacia otro corazón con el que engarzar un diálogo de amor. El corazón, como el amor, pide respuesta, para un encuentro de afecto, de cuerpo, de alianza.
Javier Álvarez-Ossorio sscc