Sí, sí, a
nadie. No hay persona en el mundo sin remedio, sin posibilidad, sin futuro.
¡Nadie! … Qué fácilmente juzgamos, qué fácilmente opinamos, criticamos,
acusamos… ¿Acaso el juicio y la condena no es una de las formas más terribles
de dar por perdido a alguien? Y más aún cuando la condena es gratuita, sin
“juicio justo”, sin escuchar, sin intención de salvar nada ni nadie.
El cuarto domingo de cuaresma nos recuerda lo importante que es ir por
la vida sin tirar piedras a nadie. Una vez que has “dado”, podrás pedir perdón
en el mejor de los casos, pero qué difícil es que esa persona se rehaga y
restituya su nombre, su dignidad, su confianza… No tiremos piedras. Demos
oportunidades. ¡Escuchemos! Más aún: no sólo no demos por perdido sino que
busquemos cómo buscaba el padre al hijo pródigo, el buen pastor a su oveja o la
mujer su moneda preciosa. A cada uno de nosotros Jesús nos dice claramente que
no nos condena. Hagamos lo mismo. Practiquemos este sano deporte de evitar el
juicio fácil, por adelantado. No demos por perdida a ninguna persona. Nunca.
Tomado de Acompasando. Claretianas España