LAS VIDAS DE GRACE


Si pudiésemos tomarnos la licencia de cambiar el nombre a esta película, cosa que por otra parte ya han hecho en la edición española, este podría ser Déjame entrar. Porque esta obra nos cuenta precisamente eso, la posibilidad, o no, que tenemos de dejar entrar a los demás dentro de nosotros mismos. Grace es el hilo conductor de toda la historia. Es una joven que trabaja en un centro de acogida de jóvenes en situación de exclusión social. Su tarea allí consiste en coordinar a los empleados para que sea un centro seguro y acogedor para los adolescentes. Pero la historia es mucho más. Su cálida voz, su calma en las situaciones de tensión y su manera dirigirse a los que viven en la casa han hecho que se gane el respeto de todos. Sin embargo Jayden, una nueva chica que ingresa en el centro, abre una puerta que Grace creía cerrada, la de su propia infancia. De fondo, lo importante no es lo que ocurre a Grace ni a los personajes, todos entrañables y cercanos, sino el día a día de las dificultades de un sector muy vulnerable de nuestra sociedad. A pesar de ser una película rodada en EE.UU., la realidad que narra puede ser la de cualquier centro de acogida. La resolución de los conflictos, la manera de presentar las tensiones generadas por la frustración y la alegría de ver que alguien supera sus propias limitaciones, hacen de esta película merecedora de nuestras atenciones.

¿Por qué ver Las vidas de Grace?
Porque el cine independiente sigue teniendo ese sabor a buenas películas que en ocasiones no tiene el cine comercial. Es un cine limpio, con caras desconocidas para el gran público y voces y gestos nuevos. De vez en cuando es bueno cambiar de registro y ver algo, o a alguien, haciendo algo personal y diferente. Aunque parezca que hace lo mismo.
Porque es bueno que se haga cine sobre la vulnerabilidad. No para dar pena o lástima, sino para ver que la vida a veces no se puede vender en un anuncio porque no es tan bonita. El ver cosas diferentes nos ensancha el corazón.
Porque la galería de personajes es entrañable. Nate, el nuevo voluntario social, que va metiendo la pata en cada escena acaba siendo integrado en la vida de la casa por el mismo espectador; Mason, ayudante de Grace en la casa y su pareja fuera del trabajo, encandila por su manera de pensar y por su propia historia; Luis, Marcus… todos aportan algo por la que merece la pena pararse a pensar en ellos.
Por la interpretación de Brie Larson (Grace), que es magistral y el personaje en sí es encantador. La capacidad de desdoblarse dentro del trabajo con serenidad, siendo contundente en sus decisiones, cercana a los que viven en la casa, por una parte, y débil y rota por su propia historia y necesitada de alguien fuera del entorno laboral hacen que este personaje atraiga desde la primera escena.
Porque es bueno ver películas donde hay otra clase de ‘héroes’. Son esa gente que se desvive por los demás, por los que sufren, por los que lloran. Es bueno ver películas de gente herida que cura a los demás y de gente buena que se muestra generosa con su vida.