“Jesús sabía lo que hay dentro de cada
persona”. Así terminaba el Evangelio de este domingo, tercero del tiempo de
Cuaresma. Es la escena de los mercaderes del Templo, para muchos especialistas,
la escena clave para comprender la Pasión y causa primera de su Crucifixión.
Sea como sea,
es profundamente significativo: Sólo
Él tiene una Palabra para entrar y poner orden, porque “conoce lo que hay
dentro”. Dentro de ti, dentro de mi…
No sé cómo
está de limpia tu habitación en este momento… o cómo tienes la mesa de
ordenada… La cuestión es si dedicas, al
menos, el mismo tiempo e interés a ordenar y hacer habitable tu espacio
interior, tu “templo”, como dedicas a tu habitación o tu escritorio o tu bolso
o tu cartera…
Al principio
era el caos y el caos llenaba la tierra.
La presencia de Dios siempre ordena,
siempre pone “cada cosa en su sitio”: a veces, conlleva látigo y
derrumbar algunas mesas… otras veces implica separar la luz de las tinieblas o
el agua de la tierra.
Es decir, implica discernir, separar y
elegir.
Jesús no se
enfrenta al Templo por capricho o para recriminarles, sino para embellecerles,
para poner orden, para distinguir, para elegir. Para que no convirtamos el
Templo (tu vida, tu cuerpo, tu espacio interior) en algo que no es. No es lo
mismo un mercado que la casa de Dios… ¿verdad?
Pues, ¡adelante! ¡Tenemos una semana por delante para entrar de la mano de Jesús al Templo, a tu templo! Pídele que te ayude a distinguir, a poner orden, a elegir la belleza... Esa que nada ni nadie puede destruir. Porque reposa en Su palabra, no en la nuestra...
Tomado de Acompasando. Claretianas España