Y tomé
por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro
que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el
alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me
acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido.
Teresa de Jesús [Libro de la Vida 6, 6]