En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus
discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los
ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenia que ser ejecutado y
resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No
lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”. Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate
de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no
como Dios”. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera venirse
conmigo, que se niegue a si mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno
quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De
qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿0 qué
podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles,
con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta”.
Mt. 16, 21-27