Nuestra vida adulta, en misión como seguidores de
Jesús, se ha desarrollado en el marco de la Comunidad de Vida Cristiana. Los
dos sentimos hace casi 30 años, en lugares distintos, Zaragoza y Donostia, en
grupos de vida diferentes, la llamada a dar respuesta agradecida a la llamada
de nuestro Dios. Unos años después, celebrábamos juntos nuestro compromiso en
la comunidad de Pamplona.
Nos fiamos en su momento de Jesús, modelo y amigo; de
un Dios que ha apostado por la condición humana, señalando que la felicidad de
las personas, el Reino, es aquí o no será, y nos invita a participar en su
construcción. Hemos encontrado en la espiritualidad ignaciana un modo de vivir
en el que crecer en fidelidad y compromiso, en indiferencia respecto al propio
querer e interés, en amor. Seguimos en ello, muy contentos de la opción, y
encantados de compartir camino con tantas personas que han optado por la misma
vía. Todas esas personas han sido importantes por el acompañamiento que han
supuesto. Si no es en comunidad, ¿cómo construir un Reino de fraternidad? Si no
vivimos (intentamos) la fraternidad en el pequeño grupo, ¿cómo soñarla para la
humanidad?
La vida se nos fue enriqueciendo. Los compromisos
laborales, asumidos en clave de misión como cristianos CVX, han impuesto una
agenda exigente, asumida con alegría. Nuestra relación y el regalo de nuestros
hijos Elena y Víctor, han sido, y son, don y tarea, lugar para cultivar la
esperanza y vivirnos en misión. La enfermedad de Víctor, que se lo llevó en
vida y lo dejó con una severa incapacidad, nos ha templado las expectativas,
ayudado a asumir la vida como viene, y ha hecho crecer nuestra cercanía con
Dios, la confianza de que nunca nos deja de la mano.
Con todo eso, en muchas ocasiones no ha sido fácil
perseverar en el compromiso comunitario. La realidad del grupo y su vida
cristiana, la de la comunidad, no responde en muchas ocasiones –demasiadas- a
las expectativas que depositamos en ella. Hay tentaciones de abandonar y
dedicarse a todo lo demás, que ya demanda bastante. Sin embargo, siempre hemos
encontrado razones para perseverar. La experiencia de comunidad mundial nos ha
ayudado mucho, pues ha hecho trascender la pequeña e imperfecta realidad
cercana.
Soñamos un mundo distinto, más parecido al que Jesús
describió en sus parábolas y, para ello, necesitamos comunidades de fe y
solidaridad, que tiren de nosotros hacia el Reino, y en las que apoyar y animar
a quienes comparten ese sueño. La CVX, nuestra CVX en Bilbao, es una de ellas.
Gracias por caminar con nosotros.
Nacho y Cecilia, CVX en Bilbao