El episodio tiene lugar en la región pagana de
Cesarea de Filipo. Jesús se interesa por saber qué se dice entre la gente sobre
su persona. Después de conocer las diversas opiniones que hay en el pueblo, se
dirige directamente a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Jesús no les pregunta qué es lo que piensan sobre el
sermón de la montaña o sobre su actuación curadora en los pueblos de Galilea.
Para seguir a Jesús, lo decisivo es la adhesión a su persona. Por eso, quiere
saber qué es lo que captan en él.
Simón toma la palabra en nombre de todos y responde
de manera solemne: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús no es un
profeta más entre otros. Es el último Enviado de Dios a su pueblo elegido. Más
aún, es el Hijo del Dios vivo. Entonces Jesús, después de felicitarle porque
esta confesión sólo puede provenir del Padre, le dice: “Ahora yo te digo: tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Las palabras son muy precisas. La Iglesia no es de
Pedro sino de Jesús. Quien edifica la Iglesia no es Pedro, sino Jesús. Pedro es
sencillamente “la piedra” sobre la cual se asienta “la casa” que está
construyendo Jesús. La imagen sugiere que la tarea de Pedro es dar estabilidad
y consistencia a la Iglesia: cuidar que Jesús la pueda construir, sin que sus
seguidores introduzcan desviaciones o reduccionismos.
El Papa Francisco sabe muy bien que su tarea no es
“hacer las veces de Cristo”, sino cuidar que los cristianos de hoy se
encuentren con Cristo. Esta es su mayor preocupación. Ya desde el comienzo de
su servicio de sucesor de Pedro decía así: “La Iglesia ha de llevar a Jesús.
Este es el centro de la Iglesia. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no
lleva a Jesús, sería una Iglesia muerta”.
Por eso, al hacer público su programa de una nueva
etapa evangelizadora, Francisco propone dos grandes objetivos. En primer lugar,
encontrarnos con Jesús, pues “él puede, con su novedad, renovar nuestra vida y
nuestras comunidades… Jesucristo puede también romper los esquemas aburridos en
los cuales pretendemos encerrarlo”.
En segundo lugar, considera decisivo “volver a la
fuente y recuperar la frescura original del Evangelio” pues, siempre que lo
intentamos, brotan nuevos caminos, métodos creativos, signos más elocuentes,
palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual”. Sería
lamentable que la invitación del Papa a impulsar la renovación de la Iglesia no
llegara hasta los cristianos de nuestras comunidades.
José Antonio Pagola