Creo que por
fin voy siendo el dueño de mis decisiones. Que me veo capaz de elegir lo que
quiero hacer. Que acepto correr el riesgo de decidir qué tipo de vida deseo
llevar. Que en el centro de todo estoy aprendido a colocar eso que Dios quiere de mí…
Es curioso porque, ahora que me pasa esto, noto que algo se
me mueve por dentro. Algo que me anima a amar más a Dios y a servir mejor a mis
hermanos. Es como que me ha agarrado una alegría profunda, una gran paz, una
calidez que me serena y me da tranquilidad. Sí, hoy de verdad me siento amado
por Dios. Tan amado que hasta veo que quizás no sea tan difícil esto de seguir
a Jesús. Que si él está conmigo, claro que seré capaz. Y en mí crece la fe, la
esperanza y las fuerzas para amar.
San Ignacio diría que estoy en consolación… Así que ahora,
Señor, quiero dejarme guiar por tu Espíritu que me mueve. ¡A ti te quiero
seguir!
Fuente: Espiritualidad ignaciana. Facebook