Nuestra compañera de comunidad, Nade, nos envía desde Chad, donde está con el Servicio Jesuita a Refugiados, este comentario al evangelio del primer domingo de Adviento (Mt. 24, 37-44).
Señoras y Señores: ¡Hoy empieza el Adviento! He de
reconocer que me ha costado un poco darme cuenta porque por aquí escasean las
luces por las calles y los villancicos, los belenes gigantes o las oraciones,
convivencias y tablones parroquiales que te dan pistas y te preparan un poquito
para este tiempo fuerte.
Pero si, también en medio del desierto, donde el
dinero del mes no da para comprar árboles de navidad y los cristianos somos una
gran minoría… también aquí empieza el Adviento.
Y, aunque me gustan mucho las guirnaldas y las figuritas de los Belenes,
lo cierto es que esta “austeridad” en el contexto me obliga a ir al fondo de la
cuestión: ¿Qué es realmente esto del Adviento?
Como siempre, es el Evangelio el que me recoloca un
poco y me da las respuestas. Durante toda la semana he rumiado y rezado el
texto de hoy y, una y otra vez, me quedo anclada en una palabra: Velad.
Un verbo que resume la actitud principal
de nuestro corazón en este tiempo (estar atentos) y que a la vez esconde una
certeza: el Señor vendrá.
Coincide que en esta época de mi vida, tengo ante
mí un ejemplo muy potente de “gente que espera” y que me hace pensar mucho
sobre la actitud que Jesús nos propone hoy. Los refugiados de Darfur llevan 10
años en Tchad y, sin embargo, la gran mayoría de ellos se aferra a su deseo de
volver a la tierra que aman profundamente. Muchos llevan aquí casi los mismos
años aquí que vivieron en Sudán e incluso algunos se han casado y sus hijos han
nacido y se han criado aquí… Sin
embargo, la gran mayoría quiere volver a su lugar de origen, esperan el día en
el que la paz reine en su pueblo y puedan volver a casa… y, sobretodo, no dejan
que nadie les arrebate ese sueño.
Pero, aunque ese deseo parece unánime en todos
ellos, mi impresión es que una de las cosas que distingue a unos de otros es el
modo en el que –consciente o inconscientemente- viven este tiempo de
espera.
Para algunos de ellos esta estancia en Tchad es
simplemente un kit-kat, una pausa en medio de sus vidas, de sus proyectos…. Y,
de alguna manera, “sobreviven” aquí en tanto que esperan que llegue la paz y el
momento de volver a casa.
Otros, al contrario… siguen construyendo sus vidas
aquí con el deseo de ir sentando las bases para el futuro: envían sus niños a
la escuela y trabajan para que esta escuela sea la mejor posible. En algunas de
las reuniones a las que asisto hablan de la importancia de la escuela y se
recuerdan (nos recuerdan) que tenemos que invertir en la Educación, que ese es
el único tesoro que se llevarán a su tierra… Que serán los niños, jóvenes y
adultos educados y formados quienes puedan construir la paz en un pueblo que añoran
desde hace tanto tiempo. Es decir, sueñan con el futuro pero se implican
activamente en la construcción del presente que les llevará hasta allí.
De alguna manera siento que esa es una diferencia
que puede también aplicarse a los cristianos (incluso los que nos decimos
“comprometidos”) durante este tiempo de Adviento. Algunos esperan la Navidad y
creen firmemente que el Señor viene para quedarse con nosotros; pero el
Adviento es simplemente el tiempo que falta para que eso pase, no les cambia en
nada… Otros viven intensamente estos días, preparan su corazón con mimo y
cuidado para recibir al Señor a mesa puesta… (y otros, quizás, nos movemos un
poco “entre pinto y valdemoro”). Pero Jesús
nos habla hoy “alto y claro” y nos propone una vez más la hoja de ruta: mirar
al futuro pero viviendo el presente… Nos
invita a esperar activamente, a estar preparados (o, como diría San Ignacio de
Loyola, “hacer todo como si dependiera de mi, pero sabiendo que al final todo
depende del Señor”).
Así que, sea cual sea el telón de fondo de mi
Adviento este año, yo me siento invitada una vez más a no darlo por todo por
sentado, a no apoltronarme en el sofá y simplemente “esperar que llegue”. Hoy
Jesús me invita a escrudiñar la realidad para encontrar en ella las pistas que me
hablan de su Reino… a limpiar las telarañas de mi corazón para hacer mucho, muchísimo
hueco… porque el Amor llega, y llega en abundancia… y recibirlo no es algo que
se improvise… ¿A qué te invita a ti? ¡Feliz Adviento!