Se habló mucho de ella…
Ella habló mucho de Dios y de su amor.
Hueso duro de roer –como la definieron
algunos–, defensora a ultranza de la doctrina católica, fundadora de la Congregación de las
Misioneras de la Caridad ,
Madre de los Pobres, mujer con gran carisma, fenómeno mediático… consiguió que
los pobres fueran tenidos en cuenta.
Nacida como Agnes Gonxha
Bojaxhiu, decía: “de sangre, soy albanesa; de ciudadanía india; por fe, soy
católica; por vocación, pertenezco al mundo y, por corazón, pertenezco
totalmente al Corazón de Jesús”.
Vino al mundo en
Albania, en 1910. Desde pequeña sentía especial cariño por los pobres. Los
testimonios de jesuitas misioneros en India despertaron en ella el deseo de
entregarse allí. Ingresó en la
Congregación de Nuestra Señora del Loreto y fue enviada a su
país anhelado en 1929. Vivió allí el horror de la guerra, mientras ejercía como
profesora de geografía. Trabajaba con chicas de buena posición social, pero no
le eran ajenos la pobreza y el sufrimiento que otros padecían en la ciudad. De
hecho sintió una nueva llamada: “Dios quería que yo fuera pobre y lo amara en las
desgarradoras condiciones de los más pobres entre los pobres”.
Le fue concedida la
exclaustración y tomó un nuevo hábito: un simple sari blanco con bordes azules,
y la cruz del Rosario. Vivió en los barrios de chabolas de Calcuta, como una
vagabunda. Pasó hambre, pidió y no le dieron, la echaban de algunos lugares…
Dudó mucho, pero oraba incansablemente. Sólo así podía dar sentido al
sufrimiento que acompañaba, compartía y sentía, en el servicio a los leprosos,
los moribundos, los niños y niñas paupérrimos… “El que no sirve para servir, no sirve para vivir” y
el servicio a veces rompe al encontrarse con la injusticia.
Confiaba plenamente en la Providencia. Si
Dios lo quería, Él daría los medios. Nunca se consideraba autora de sus actos,
sino instrumento en manos de Dios. Reconocía al crucificado en cada persona que
sufría y a la que se acercaba en silencio, porque era el mismo Cristo sediento.
Dios del mundo, Dios que sale del templo… Así lo descubrió dialogando con
sabios hindúes, en la oración.
Teresa conversaba mucho
con las demás hermanas, sobre el yo profundo, sobre la reencarnación, sobre
cómo leer las religiones en clave ecuménica. Conocía a cada una como si fueran
sus hijas, a pesar de todas las que eran ya repartidas por el mundo.
Fue criticada por
aceptar dinero de jefes de estado que violaban los Derechos Humanos, por
rechazar en aras a la humildad aquello que con tanto cariño le preparaban los
que la acogían en sus viajes, por negarse a cualquier tipo de planificación
familiar, más que la meramente natural... A veces se defendía; a veces callaba.
En su vida espiritual se
hace patente la noche oscura, el silencio, el vacío de Dios. Había un claro
distanciamiento entre ellos. No le siente, no se emociona. Quizá ya no le
hiciera falta la fe, porque Dios se había hecho evidente; quizá era una
respuesta de Dios al orgullo que podría haberla llevado hasta donde estaba… Permanecía
con sus hermanas, en las oraciones, pero las palabras no tenían sentido. Le
costaba en su soledad pero, sobre todo, le dolía en comunidad. ¿Quién le daría
la fuerza, si todo era de Él? Le conmovían los recuerdos de instantes de
plenitud. Dudaba de la obra y de haber llevado hasta allí a tantas personas.
Con el tiempo, integró la noche como parte de su fe. Cristo continuaba en ella
su agonía. Fueron 50 años de silencio de Dios.
En los últimos momentos
de su vida, cuando los médicos se planteaban qué medidas tomar para evitar la
muerte, decía: “Dejadme morir como los pobres a los que he servido”.
Murió en 1997 y fue
beatificada por Juan Pablo II en el año 2003. Madre Teresa anunciaba que es
preciso amar hasta el dolor y que si duele, es buena señal. Decía: “No
deis sólo lo superfluo: dad vuestro corazón”. ¿Estoy dispuesto
a vivir la radicalidad del amor? ¿Dejaré de medir y de preguntarme cuánto amar, para sólo cuestionarme cómo mejor amar? ¿Creo que esto es parte
fundamental de mi fe en Jesús de Nazaret?
Muy recomendable leer Ven, sé mi luz. Las cartas privadas de ‘la Santa de Calcuta’,
seleccionadas por el padre Brian Kolodiejchuk, postulador de la causa para
la beatificación de Madre Teresa.
Tomado de Pastoralsj