Escuchadme, islas; atended,
pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas
maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la
sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:
Tú eres mi siervo, Israel, de quien estoy orgulloso. Mientras yo
pensaba: En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas; en
realidad mi derecho lo defendía el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora
habla el Señor, que ya en el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese
a Jacob, para que le reuniese a Israel, tanto me honró el Señor, y mi Dios fue
mi fuerza: Es poco que
seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los
supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación
alcance hasta el confín de la tierra.
Isaías 49, 1-6