En la Asamblea de CVX en Salamanca de inicio de curso, en el
mes de octubre, nos marcamos dos referencias para el mismo: la celebración del “Año
de la Fe”; y la Asamblea Mundial de CVX en el Líbano en el mes de
Agosto, cuyo lema es: “Desde nuestras raíces hacia las fronteras”.
Las dos están estrechamente relacionadas, nos unen más estrechamente al
Señor y nos refuerzan nuestro sentir con
la Iglesia.
El primero, el Año de la Fe, nos vincula con la
apertura del Concilio Vaticano II hace 50 años, siendo considerado por el Beato
Juan Pablo II “como la gran gracia de la
que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX […] ofreciendo una brújula
segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza” (PF 5). El año
de la Fe se nos presenta como una consecuencia y exigencia postconciliar.
La celebración del Año de la Fe para CVX en Salamanca supone
un doble camino: uno hacia el interior y otro hacia el exterior. Hacia el
interior supone una reflexión personal y comunitaria del documento “Porta
Fidei” en nuestros grupos de vida. Esto nos supone una toma de
conciencia de nuestro pecado “El Año de
la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, al único Salvador del mundo” (PF 6).
Nuestro pecado lo ponemos en estrecha relación con los tres pilares
de llamada al seguimiento de Nuestro Señor: con la vocación a la que hemos sido
llamados como laicos, con nuestra vida comunitaria, y con la puesta en práctica
de la misión a la que hemos sido enviados por nuestro Señor por medio de la
Iglesia. Nos ha ayudado a ello las meditaciones y oraciones de la 1ª Semana de
los Ejercicios Espirituales [EE.EE. 62], donde San Ignacio nos invita a ser
conscientes de nuestro pecado, a arrepentirnos y hacer propósito de enmienda.
Sintiéndonos pecadores, también nos sentimos perdonados y
salvados por Nuestro Señor Jesucristo, por su profundo amor hacia la humanidad,
manifestado en la Encarnación de su Hijo (PF 13). De esta experiencia brota
nuestra fe renovada, que nos impulsa a dar testimonio de la fe en Cristo en todos
los ambientes en los que nos movemos como laicos: familiar, laboral y eclesial.
De ahí nuestra humilde aportación a la celebración del “Año
de la Fe” en Salamanca, ofreciendo tres experiencias que ayuden a los
creyentes a profundizar en su fe, y a los no creyentes a dejarse tocar por la
misma. Nos planteamos tres encuentros uno relacionado con la “Música y espiritualidad”; otro con la “Literatura y la espiritualidad”; y un
tercero del “Arte y la espiritualidad”.
La primera de estas experiencias tendrá lugar el sábado 2 de marzo, y los demás
se sucederán a lo largo del curso.
Pretendemos con ellas acercar y profundizar en la
experiencia de fe a todas aquellas personas con diversas inquietudes, y
aprovechar los dones que nos ha dado el Señor, en este caso a través de tres
ámbitos relacionados con la cultura, y ponerlos al servicio de nuestro Señor,
dando testimonio de aquello que hemos recibido gratuitamente.
También queremos renovar nuestra fe y compartirla con la
toda la Iglesia por medio de la celebración del 450 aniversario de las Congregaciones Marianas. Éstas son
comunidades laicales de espiritualidad ignaciana, de las que la CVX es su
continuidad en la actualidad, tras pasar estas por la transformación del
Espíritu Santo que supuso el Concilio Vaticano II.
Pero mirar al pasado para poder vivir y transmitir la fe en
las fronteras de nuestro mundo actual, como nos pide nuestra Asamblea Mundial
en el Líbano. Un mundo donde el testimonio de la fe ha pasado a un segundo
plano: “Sucede hoy con frecuencia que los
cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y
políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como
un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no
aparece como tal, sino que incluso con
frecuencia es negado” (PF 2).
En este contexto la CVX en Salamanca desea participar en
este proceso de renovación de la fe que nos propone la Iglesia “a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes…
confesando la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza”
(PF 9).