¿VACACIONES DE DIOS?

No. Aquí no estamos queriendo decir que Dios se tome o no unas vacaciones. De hecho, ya nos dice el Génesis que se tomó un pequeño descanso después de crear el mundo. Al mismo tiempo, sabemos que nuestro Dios es un Dios activo, trabajador, que no deja de estar a la obra. Por lo tanto, Él labora y reposa con gran libertad.
La pregunta va dirigida a nosotros: ¿nos tomamos unas vacaciones de Dios?, esto es, ¿le decimos que nos deje en paz durante un tiempo en el que prescindimos de Él?, ¿necesitamos descansar de Él? Si así fuera, estaríamos confundiéndolo con otro, no con el Padre de Jesucristo. Nos habríamos hecho una imagen suya excesivamente agobiante, controladora y estresante que no nos dejara ni respirar. Por eso, la respuesta es: no, no tiene sentido vacar de Dios igual que descansamos del trabajo o del estudio.
¿Cómo lo entenderían Ignacio de Loyola, Pedro Fabro, Jerónimo Nadal y tantos otros y otras? Ellos fomentarían a toda costa mantener esa doble mirada a Dios y a su propia vida. En el momento en que sus actuaciones diarias dejaran de estar a la vista de Dios, pensarían que estaban metiéndose en un callejón sin salida, abandonados a su propia suerte, sin esa relación que les anima, alienta y confirma (o corrige) la actividad de cada día. ¡Bastante hay ya con las veces en que Dios mismo se esconde, para andar echando uno más leña al fuego! En la salud y en la enfermedad, en las satisfacciones y en las adversidades…, estos jesuitas y otros muchos lo seguirían buscando, para continuar afrontando con serenidad, también en verano y en tiempo de vacaciones de otras cosas, lo que la vida va trayendo. Incluso, en esta temporada en que siempre irrumpen novedades en la rutina, mantener la mirada hacia Dios les ayudaría a integrarlas en el conjunto de la vida, también la del otoño y el invierno que siguen al verano.

¿Tomarme vacaciones de Dios? ¿Para qué? Que cada uno busque los medios.