TIERRAS DEL ESPÍRITU


Recibo un poema de Benedetti cuando estoy intentando escribir sobre el Espíritu. De pronto se me confirma, una vez más, que sólo la poesía puede presentir algo de aquello que, experimentándolo, no acabamos de saber nombrar porque se sitúa más allá de la tierra de las palabras. Hildegard von Bingen llamaba al Espíritu “vida de la vida de toda criatura”. ¿Es acaso posible decir algo de aquello que está en nuestra raíz más honda, en el crecimiento de la más mínima célula y de su savia, y que es, a la vez, el impulso de la copa de nuestro árbol que aún desconocemos?
De Jesús y del Padre se hacen muchas representaciones; con el Espíritu, más que hablar de él, invocamos la relación con él: “ven”. Invitamos a venir a Aquel que está ya, al Hacedor de las transformaciones, al Posibilitador de toda relación; al Acrecentador de la vida. Me invitan a realizar un retrato sobre el Espíritu; difícil tarea, porque ¿cómo pintar al que es, en sí mismo, el Artífice secreto de todos los colores y texturas de la vida; de la belleza que conocemos y de la que aún nos aguarda?

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Tierras del Espíritu
Mariola LÓPEZ VILLANUEVA, RSCJ
Sal Terrae 97 (2009) pp. 617- 627