MIÉRCOLES SANTO

LA MIRADA ALEGRE

“Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped en aclamaciones, montañas, porque el señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados” (Is. 49,13)

¡Alegre, sí! Porque al final la palabra es de vida y de esperanza. Y las sombras se retiran y permiten vislumbrar la gloria de Dios, la fiesta del hombre. Que podemos ver un mundo sanado, aunque a veces no lo parezca. Porque la palabra definitiva de Dios es un canto de amor. Y su caricia sana las heridas. Y el mal no vence. Alegre porque el caído encontrará la Fuerza para levantarse de su derrota. Porque el verdugo callará, confundido (y quizás convertido). Alegre porque Dios y el prójimo llenan la soledad, dan sentido y convierten en canto el silencio antes deshabitado.

No mires el mundo desde la sombra o la queja. No lo mires desde el lamento o desde la rendición. Míralo buscando en él los destellos de Dios, los milagros cotidianos, las pequeñas o grandes victorias del amor, de la Fiesta, de la Vida.