CONVERSIÓN

Son muchos los que asocian el tiempo de Cuaresma sólo con ayuno y abstinencia perdiendo o dejando de lado el profundo significado de este tiempo litúrgico, la conversión. La lectura del evangelio del primer Domingo de Cuaresma narra las tentaciones de Jesús en el desierto. Una de las primeras cosas que nos puede llamar la atención de esta contemplación es ver a Jesús, al Hijo de Dios, tentado con las mismas cosas con las que nos vemos tentados a menudo nosotros: hacer uso de nuestras cualidades para nuestro beneficio aunque represente perjuicio para los demás, sacar nuestro poder a relucir para relumbrar ante los otros y, por último, la tentación del poder, bien sea político, religioso o de cualquier clase.
Hay veces que la tentación misma nos agota, nos hace sentir mal, como si el hecho de estar tentado fuera ya un pecado. En este pasaje bíblico comprobamos, consolados, que la tentación forma parte de nuestra condición de humanos pero para la que hay que tener una respuesta; no nos podemos dejar llevar por ella.
En este sentido, teniendo en cuenta este pasaje evangélico, nuestra conversión en este tiempo de cuaresma que se nos avecina, puede ser la de caer en la cuenta de las tentaciones que nos rodean y en las que caemos a diario, a veces sin darnos cuenta; caer en la cuenta y dar una respuesta diferente.