PESEBRE


“Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre”

(Lc. 2, 7)

No naces en una cuna normal. No tienes un colchón mullido, ni una estancia cálida. Tu cama son unas maderas, y para mitigar la dureza tienes unas hierbas. Naces en un margen, fuera de la posada, con los excluidos... Vuelves a recordar una manera concreta de vivir, con los más pequeños.
Tu lógica es extraña: la convicción frente al poder, la mano abierta frente al dominio, la verdad desnuda frente al artificio. Esa es otra lección profunda que me enseñas en Navidad: la fuerza no tiene que ver con el poder, y en la gente que supuestamente “no cuenta” está de manera especial la semilla de tu salvación.
Me recuerdas que si te busco deberé echar un vistazo a los pesebres de nuestro mundo. También hoy.