SUBIR A JERUSALÉN

Es algo así como saltar a un pantano lleno de cocodrilos…Y a veces uno se pregunta ¿no sería mejor tomar las de Villadiego (o las de Belén, para el caso?) ¿Por qué, sabiendo que era el lugar del peligro, de la hostilidad de los poderosos hacia ti, Jesús, decides subir a Jerusalén?
¿Por qué no optar por el sentido común en lugar de la insensatez? ¿Por qué no esperar que se tranquilice el personal, hasta que se pueda seguir anunciando el reino en paz? ¿Para qué subes? ¿Para hacer sufrir a los tuyos? Menudo panorama. ¿No sería mejor irse de pesca al Jordán? ¿o de boda a Canán? ¿o de fiesta a Betania?
En esa subida reconocemos y admiramos que, a veces, la vida te llama, te grita, te empuja, te sitúa en encrucijadas difíciles. Y algunas veces en esas encrucijadas, en nombre de lo que crees verdadero, se impone la honestidad, la coherencia y el compromiso.
Jesús les dijo: "No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?". Ellos le dijeron: "Sí, podemos". (Mc 10,38-39)
Qué difícil es esto de ser coherente. A veces me pregunto si sirve para algo. Tiendo a vivir con distintos horizontes, distintas lógicas… a veces me siento bienaventurado, y otras me sé un necio. A ratos creo en ti hasta la entraña profunda, y en otros ni te recuerdo.Hay ocasiones en que mis acciones hablan de ti, y otras en que te niegan. ¿Cómo, Señor, vivir con tu lógica extraña? ¿Cómo atreverse a afirmarte siempre, en la vida, en tantas ocasiones? ¿Cómo hacerte parte de mis opciones, mi trabajo, mis relaciones, mi ocio, mis deseos y mis proyectos?
Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. (Mc 14,1)
Supongo que mi error está en creer que a ti no te costaba. En pensar que como tú lo tenías todo claro, para ti lo de subir a Jerusalén era como un paseo, y que la fuerza del Dios Abbá en tu interior te lo hacía todo fácil. Y olvido que los evangelios me cuentan, una y otra vez, tus luchas, tus miedos, tus noches oscuras, tus momentos de incertidumbre…Al final lo que hace falta es valentía para avanzar, coraje para dar los pasos que uno cree necesarios, serenidad para arriesgar cuando merece la pena. Hace falta empuje para dejar atrás las seguridades (si esas seguridades me encadenan), y lucidez para proclamar, con mi vida, mis opciones, mis palabras y mis hechos, tu evangelio.
Fuente: Pastoral sj