YO SOY EL PAN DE VIDA

Pan: Todos los ingredientes que posibilitan y favorecen la vida: el amor, el servicio, la generosidad, la solidaridad, la ternura.
El pan nos hace vivir. El pan alimenta. El pan es el fruto de una germinación, de sombra, de la oscuridad de la tierra, del silencio, del recogimiento.
Pan evoca sudor, retiro, arada, rotura, don, silencio, entrega. Evoca familia: el pan reúne, convoca la familia en torno a una mesa. El pan nos vocea, nos reclama y solicita. El pan es símbolo del surco, del abrazo de la tierra, del regazo al que se abandona al herir el arado la tierra. Ni la tierra da alaridos al sentir la reja que le abre, ni el grano de trigo vocea con gemidos al confiársele a la herida que es el surco de la tierra, que es camino de fecundidad.

Pan de cada día: sólo abiertos y porosos y receptivos como la tierra arada podemos decir esa palabra sugeridora de interioridad, voceadora de adentros fértiles.


Yo soy el Pan de vida. El pan de cada día, de todos los días. El vocabulario del pan nos es familiar a los humanos: ganar el pan, sudar el pan, compartir el pan. Jesús se hace pan. Es un pan, pues lo suyo es darse, ofrecerse, dejarse comer, entregarse.
El pan de cada día no es algo que pide el ego, el ego no se conformaría con el de cada día. El ego pediría el pan para toda la vida, para todos los días. Pero el interior se conforma con el ahora, con este día, con este instante.
Es la levadura la que hace que la masa de harina despierte. Cuando el “pan despierta”, se dilata y como que se va de la artesa. Cuando el alma despierta, también se dilata, se ensancha y se va de toda superficialidad.


Fuente: http://www.dominicos.org/manresa/silencio/default.htm