III ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

No parece suficiente conocer la condena a muerte o cargar con la propia cruz; ahora Jesús cae por primera vez, ¿puede haber más dolor?
Jesús no se hace el escurridizo, no se planta y deja la cruz a otros, se queja hasta donde el dolor le permite y cae, cae al suelo con todo el peso de su cuerpo más el de una cruz que le aprisiona, también caen sus sueños, sus esperanzas y anhelos ante la intemperie más absoluta.
Caerse ante una multitud que señala con el dedo al que dice ser el “Hijo de Dios”, rendirse al menosprecio de los que miran, entregarse a la humillación en su mayor grado, reconocer los propios límites físicos, de angustia ¿qué será lo próximo?
Tu mirada dolorosa y ensangrentada se levanta con la cruz hacia el monte Calvario que acoges bien fuerte, sabiendo que no estás solo, que el amor, heredado del Dios de la vida, tiene la última palabra ante una infinidad de preguntas que surgen desde lo más profundo para volver a caminar.
Caerse no es el final, es acoger toda la debilidad humana y entregarla al Dios Padre que es amor para que me sostenga en el vacío más profundo, para que el dolor no me rompa en dos, para que solamente desde el amor pueda hacer rodar esa película de mi vida con el deseo de bucear entre aquellos momentos de mayor consolación y pedir fuerzas, traer a la memoria personas que me han demostrado su valentía y ganas de seguir adelante, para confiar solamente en Ti pues “hasta los cabellos de mi cabeza están contados”.
José Alcalá, CVX en Albacete